Una entrevista amb un personatge poc sospitós d'antisistema -ha treballat 30 anys a la FAO- que ens explica que la fam no és res més que un problema polític. Si no en volem fer cas és la nostra consciència la que n'acusarà al llarg dels anys.
"Con
el 2% del dinero gastado en salvar la banca se podría haber acabado
con el hambre"
José
Esquinas, después de trabajar 30 años para la FAO, denuncia la
falta de voluntad política necesaria para acabar con el hambre
"Si
el hambre fuera contagiosa, habríamos acabado con ella hace
muchísimo tiempo"
Menciona
alguna de las posibles soluciones: la regulación del mercado de los
alimentos para evitar la especulación, y una regulación eficaz
contra el acaparamiento de tierras
26/11/2013
- 20:04h
José
Esquinas: “Colocar cuchillas es un crimen; puede ser legal, pero no
es moral”.
Después
de trabajar 30 años para la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO), José Esquinas parece
intentar contribuir a la erradicación del hambre con cada palabra
que pronuncia. Tachado de idealista en más de una ocasión, tiene
muy claro que el objetivo que persigue no pertenece a la utopía: en
un mundo que produce comida suficiente para alimentar a un 50% más
de la población mundial, no comprende cómo cerca de 40.000 personas
mueren cada día por no ingerir alimentos.
No
comprende, pero sí explica y señala responsabilidades: la falta de
voluntad política impide el acceso a los alimentos en determinados
países del mundo. Se refiere a la pasividad de los dirigentes para
evitar el despilfarro. Aquella que no regula el mercado de los
alimentos para acabar con la especulación y continúa permitiendo el
acaparamiento de tierras. La que mantiene las cifras de la "mayor
pandemia de la humanidad", la que provoca esas "muertes
silenciosas" a las que hace referencia.
Como
uno de los embajadores de la Campaña de Oxfam Intermón 'Alimentos
con poder', que trata de poner
el foco en la capacidad de la producción alimentaria como método
para fomentar un desarrollo sostenible, Esquinas nos recibe con ganas
de hablar. A sus 68 años, después de pasar por prestigiosas
universidades, confiesa cuál fue la más productiva: el campo.
Escoge un profesor: su padre. De ahí, quizás, su pasión por la
agricultura y su entrega a la consecución de su meta: lograr que
ninguna persona sufra por llenar su estómago.
¿Cuál
es el verdadero poder de los alimentos?
Los
alimentos son la base, sin alimentos no hay vida. Pero no sólo eso,
es mucho más. Un estómago vacío, una persona con hambre, va a
utilizar toda su capacidad de creación para ver cómo puede
alimentarse. Nada más. Sin embargo, cuando está alimentada utiliza
toda esa energía para crear, para interaccionar, para ayudar, para
ser un miembro activo de una sociedad y poder desarrollarse como
ciudadano en todos los aspectos.
Cuando
se habla de ayudar a la erradicación del hambre, es mucho más que
la ayuda asistencial. No consiste en entregar alimentos. Consiste en
ayudar a ayudarse, ayudar a las poblaciones a no tener la necesidad
de pedir comida porque podrán producirlos por sí mismos. Ahí
interviene la idea de sostenibilidad. Esos son los alimentos con
poder.
Sin
embargo, mientras se realizan esfuerzos a nivel mundial por la
erradicación del hambre, las cifras de despilfarro continúan
en aumento.
Según
la FAO, hay comida suficiente como para alimentar a un 50% más de la
humanidad. El alimento existe, está en el mercado internacional,
pero no llega a la boca del que tiene hambre: es un problema de
acceso. Por tanto, si el problema es de acceso, es determinante la
falta de voluntad política.
En
España hoy, en tiempo de crisis, somos uno de los países con mayor
despilfarro: tiramos 7 millones de toneladas métricas de alimentos
al año, lo que se traduce en 165 kg por persona. Tiramos el 30% de
los alimentos que compramos, y lo que es aún más grave: el 15% de
los alimentos que compramos los tiramos sin haber abierto el
envoltorio. Es una cuestión de prioridades.
Usted
dice que el hambre existe por falta de voluntad política para
erradicarla. ¿Dónde se refleja esta dejadez de los dirigentes y por
qué cree que no existe una determinación real para acabar con ella?
El
hambre es la mayor pandemia de la humanidad. Cerca de 40.000 personas
al día mueren como consecuencia del hambre. Si pensamos en otra
enfermedad, las cifras son absolutamente incomparables. Se
invirtieron cantidades enormes de dinero para combatir la gripe A.
¿Cuántos murieron en todos estos años? 17.000. Es decir, menos de
la mitad de los que mueren en un día de hambre. Si el hambre fuera
contagiosa, habríamos acabado con ella hace muchísimo tiempo.
¿Cuántos
murieron en el atentado contra las Torres Gemelas? ¿Cuántos han
muerto en Filipinas? Siguen siendo menos personas de las que mueren
de hambre en un solo día y, en estos casos, el mundo se pone boca
abajo. Son motivos para hacerlo, pero habría que ponerse también
patas arriba en el caso de los fallecidos por no comer. Son muertes
silenciosas.
Pero
hay más: con el 2% de lo que se ha gastado para solucionar el
problema de la banca en Occidente, podríamos haber acabado con el
hambre de una forma sostenible, fomentando la producción local.
Estamos gastando en armamento 4 mil millones de dólares al día. Si
dividimos esta cifra entre los que mueren cada día, tenemos 100 mil
euros por muerto. Con ese dinero, estas personas podrían vivir más
de 100 años, teniendo en cuenta el precio de los alimentos en los
países con mayor índice de mortalidad por esta causa. En 2005, el
número de obesos sobrepasó el número de hambrientos.
¿Por
qué ha de tomarse el hambre como un problema global?
Sin
seguridad alimentaria, no es posible la paz ni la seguridad mundial:
la mayor amenaza para la paz es el hambre. Los países desarrollados
han empezado a darse cuenta, por primera vez han introducido el tema
de la seguridad alimentaria en la agenda del G8 y del G20.
El
hambre es caldo de cultivo de los grandes factores desestabilizadores
que vemos en Occidente: la violencia internacional y los movimientos
migratorios. En un mundo globalizado, ya no hay compartimentos
estancos. Estamos en una pequeña astronave, dando vueltas alrededor
del sol, con recursos naturales y limitados. Si se hace un agujero en
esa nave, da igual que el agujero esté en África o en Europa, se
puede hundir la nave entera. Estamos en una casa común donde si
aparecen goteras e inundaciones en la cocina, también está en
peligro el dormitorio.
Un
ejemplo es lo que ha ocurrido en Lampedusa. Cuando muchas personas
tienen mas riesgos de morir quedándose en su país de origen que
subiéndose a una patera, nadie va a impedir que lo hagan. Si se
mueren durante el trayecto, no pasa nada, van a seguir subiéndose en
ellas. Nadie va a poder evitar que vayan de la cocina al dormitorio.
Si queremos acabar con ese descontrol absoluto, debemos ayudar a
ayudarse, intentar que estén bien donde están y que vivan seguros
en sus países. Sin embargo, la Ayuda Oficial al Desarrollo continúa
bajando.
Y
en vez de atajar las causas, se colocan cuchillas.
Eso
es miopía política. Eso es que cuando señalas la luna, están
mirando el dedo. Volvemos a las prioridades: en lugar de incluir en
los programas electorales los problemas importantes, están
introduciendo asuntos menores. Además, por una cuestión
humanitaria, colocar cuchillas es un crimen, no puedes condenar a una
persona a morir de hambre allí, o a cortarse las venas y morir
desangrado en la valla. Eso puede ser legal, pero no es moral.
¿Qué
se entiende actualmente como especulación alimentaria?
La
especulación en el mercado de futuro de los alimentos está marcada
por la primera crisis alimentaria, en 2008, que tuvo muchas causas.
El cambio de hábitos alimenticios de los países emergentes, los
cambios climáticos... Pero, sobre todo, el incremento de la
producción de biocombustibles. Su impulso en determinados países
provocó que en una misma cantidad de tierras compitiesen dos
objetivos: alimentar a personas y alimentar coches.
Aunque
se ha hecho durante décadas, la especulación con los alimentos se
intensificó a partir de 2008. Los grandes inversores, que quieren
huir de ese mercado inmobiliario, encuentran refugio en los
alimentos, ya que es algo que todo el mundo necesita para vivir e
invierten en el sector.
¿Cómo
se especula en el mercado de futuro de los alimentos?
Grandes
entidades financieras con capacidad de invertir deciden que pueden
prever que va a subir el precio de los alimentos en un determinado
periodo de tiempo. Entonces, cuando se espera que se produzca la
subida, compran la producción al agricultor antes de que la
recolecte, o incluso antes de que la siempre, bajo la condición de
que la mantenga en el campo de cultivo hasta que los especuladores
decidan cuándo la puede recoger. De esta forma, solicitan que el
agricultor mantenga su producción en la tierra hasta que tenga un
precio y un comprador determinado.
El
agricultor recibe un alto porcentaje del pago de esos productos antes
de producirlos y, cuando están listos, le avisa: "Ya están
maduros, cuando quiera los recolectamos'. El primer comprador
comprueba que las demandas a la producción puedan satisfacerle. Si
es así, dará su aprobación. Si considera que los precios no le
compensan, pedirá al agricultor que espere un poco más, hasta que
este acaba diciéndole: "Oiga, que el producto empieza a
pudrirse, ¿qué hago?". Y el inversor responde: "Entonces,
deje que se pudra, así subirá el precio".
Eso
es la especulación del mercado de futuro: dejar que los alimentos
escaseen para que suban los precios. Eso es un crimen, pero es un
crimen legal. Una de las soluciones para acabar con el hambre es
regular el mercado de futuro de los alimentos.
En
alguna ocasión usted ha dicho que entró en la ONU con la ilusión
de formar parte del lugar desde donde se supone que se podía cambiar
el mundo. ¿Sigue pensándolo o salió decepcionado?
Muchas
veces me he frustrado por la lentitud, la burocracia, descubrir
traiciones a los verdaderos ideales de la FAO... Ha habido momentos
en los que hasta he llorado de impotencia por ver determinadas
circunstancias. Pero también viví la otra cara. Hoy la ONU es el
único foro internacional global que puede tener debates sobre
determinados temas bajo la atención mediática. Actualmente, las
Naciones Unidas son insustituibles. No son perfectas, pero no existe
un foro menos malo.
Al
terminar la Segunda Guerra Mundial, cuando se creó esta institución,
se dijo: "Nosotros, los pueblos del mundo, establecemos un
sistema [...] para sustituir los cañones por el diálogo". Pero
al final, no fueron los pueblos, sino los Gobiernos del mundo.
Quienes están representados son los dirigentes de los países. En
muchos casos no son democráticos pero, aunque lo sean, muchas veces
se anteponen los intereses de cada Estado, con la vista fijada en las
siguientes elecciones, por encima de los intereses del mundo y de las
generaciones futuras. Es importante ir más a allá, hay que buscar
un foro de pueblos, un Parlamento mundial. No para sustituir a la
ONU, sino para complementarla.