Aquest xicot serà jutjat d'aquí 8 dies i cal intentar que si més no el seu judici sigui imparcial.
Se necesitan observadores internacionales para el juicio de Mohamed Dihani - Se ruega máxima difusión
3 de enero 2013
¡SE RUEGA MÁXIMA DIFUSIÓN!
SE NECESITAN OBSERVADORES INTERNACIONALES
Mohamed Dihani será juzgado el 14 de enero de 2013 a las 9 de la mañana en el Tribunal anexo de Salé II (Rabat)
SU DELITO, SER SAHARAUI EN EL SAHARA OCCIDENTAL.
RECORDAMOS LA HISTORA DE MOHAMED DIHANI EN EL SIGUIENTE RELATO:
"Imagina que eres Mohammed Dihani"
Imagina que tienes 26 años y vives en El Aaiún. Estás en una fiesta
organizada por tu familia. Tu primo, un estudiante saharaui que vive en
Marrakech, acaba de salir de la cárcel después de seis meses. Su delito:
discutir sobre la ocupación marroquí del Sahara Occidental cuando
viajaba en tren con un amigo. Te llamas Mohamed Dihani.
Todos estáis felices de
poder dar la bienvenida como merece a un valiente como él. Te alejas un
poco de la fiesta y sales a la calle para tomar el aire. Y, de repente,
como en una película, todo se desvanece: fundido a negro.
Despiertas y no sabes
dónde estás. Es un calabozo. Y comienza la tortura. Durante sesiones que
duran horas, encadenando días consecutivos de dolor y angustia, mellan
tu cuerpo, tu joven cuerpo, pero también tu mente. Es el miedo de no
saber qué te está pasando, porqué esta vez te ha tocado a ti.
Cazando al vuelo
fragmentos de información, concluyes que estás en la cárcel secreta de
Temara (situado a unos 15 kilómetros de Rabat). El nudo de la garganta
aprieta más fuerte. No es lo mismo estar en una cárcel que en una cárcel
secreta. La cárcel oficial es una institución penitenciaria propia de
un reino, Marruecos, que pretende aparentar ser democrático. Es decir,
una cárcel del Estado Marroquí es una cárcel del tercer mundo, pero una
cárcel secreta está al margen de toda ley y sus reclusos ya no existen
oficialmente: son desaparecidos.
Mientras tanto, tu
familia te está buscando. Desesperados, tu padre, tus primos, recorren
comisarías, hospitales… sin ningún éxito. Algún invitado de la fiesta
vio cómo te secuestraban y tu familia, igual que tú, no alcanza a
entender porqué te han escogido a ti.
Tumbado en el catre del
calabozo, intentas recordar momentos mejores, más alegres. Hoy te han
violado, han intentado destruir tu dignidad una vez más. No pienses en
eso, no pienses en eso. Piensa en los campos de vides, en el olor de la
uva madura cuando trabajaste en la vendimia. Recuerda a tus compañeros
de trabajo en Livorno o los de Elba. Concéntrate en una anécdota
insignificante de aquel viaje con tu padre a Mauritania...
Y llega el día. Durante
once jornadas te han pegado, te han quemado, electrocutado, cortado, te
han violado con una botella… pero lo que menos te esperas es lo que vas a
presenciar en unos instantes. Los guardias te meten a empentones en una
habitación. Es distinta, está más limpia, no la conoces. Hay varios
hombres en la habitación, todos marroquíes, “mandamases”, deduces por su
ropa y su actitud.
Ante ellos, una mesa con una montaña de dinero, teléfonos móviles de última generación, ropa nueva y papeles.
La última pieza del
rompecabezas es el anuncio que te hacen: “Mohammed, vas a irte a
Mauritania. Te dejaremos en libertad y partirás hacia allá, donde te
asentarás. Tu tarea es sencilla. Se van a cometer atentados contra la
sede de la MINURSO, en la cinta de Fos Burcraá, y también en Italia, en
el Vaticano, se atacará a gente importante. Tú, tan solo tienes que
reivindicar esos atentados, anunciándote como una célula yihadista nueva
y explicando tus relaciones con el Frente Polisario”.
Estás agotado y te
mareas, no puedes más. ¡No entiendes lo que te están pidiendo! Sin
embargo, parece que te están ofreciendo una tregua y te aferras con
fuerza a la única vía a tu alcance para escapar de la tortura. “Si, si,
de acuerdo, haré lo que queráis”, les ruegas. Las caras de los hombres
allí presentes se tuercen con una media sonrisa y uno de ellos hace un
gesto a los guardias con la cabeza para que te saquen de allí. A partir
de ese momento, las cosas cambian radicalmente. Te inyectan una
sustancia que hace que desaparezca el dolor. Puede ser metadona,
morfina, heroína… ¿qué más da? Lo importante es que el dolor se ha
diluido y tú te sientes relajado.
Durante tres días, te
sirven las mejores comidas, como si estuvieras en un hotel de cinco
estrellas. Un lujo bizarro en un lugar como ese. Pero vas recobrando
fuerzas, te sientes mejor, con la mente más despejada… hasta que
entiendes la magnitud y la gravedad del plan en el que te han enredado.
Te acabas de convertir en un señuelo, en un hombre de paja. Te has
vendido a cambio de arrojar la sombra de la sospecha sobre tu Pueblo,
sobre tu gente. Recapacitas. Tienes miedo a volver a ser torturado, pero
la alternativa de convertirte en un traidor es mucho más
desesperanzadora.
Gritas. Llamas a tus
carceleros. Una parte de ti saca valor de las entrañas y anuncia que “no
hay trato”, que no piensas participar en su juego macabro, que
prefieres “volver a la tortura”. Mientras las palabras salen por tu
boca, tu cuerpo se estremece. Sabes que va a ser muy duro. Pero algo se
ha tranquilizado dentro de ti.
Al mismo tiempo, tu
familia ha continuado preguntando por ti, por tu paradero. Han escrito
cartas a El Wali, al Ministerio de Justicia, al procurador general… en
el Sahara Ocupado y en otras ciudades de Marruecos como Casablanca o
Rabat.
Han pasado seis meses
desde tu secuestro, pero, una tarde, a tu padre le dicen que estás en la
comisaría Brigada nacional de la policía judicial de Casablanca. Te
"acaban de capturar". Estás acusado de “planificar atentados
terroristas”
Pese a la gravedad de la acusación, tu familia suspira de alivio. Estás vivo.
Y a ti te trasladan. Te
llevan a la cárcel, esta vez oficial, de Salé II. Es otro mundo.
Lúgubre, pero no macabra como Temara. Estás en contacto con otros
presos, algunos de ellos conocidos activistas saharauis por los derechos
humanos, como los presos políticos saharauis del campamento de Gdeim
izik o como Brahim Dahane.
La infinita comprensión
de este último, casi tan fuerte como su fuerza de voluntad y su tesón,
le convierte en la persona más apropiada para contarle tu historia. Una
historia que ni tú mismo llegas a asimilar. Una historia de la que te
avergüenzas, porque has sido débil y, por un momento, antepusiste tu
supervivencia a la de tu pueblo.
Te abres en canal y te
sinceras con Dahane que, pese a su larga trayectoria en presidios
marroquíes y en cárceles secretas, abre los ojos como platos mientras le
cuentas lo que te hicieron y lo que te ofrecieron en Temara. Esperas
una reprimenda. Dahane es perro viejo, lleva luchando muchos años y le
admiras. Sabes que ha estado muchas veces mirando a los ojos a la muerte
y, pese a ello, no ha cejado en su empeño: defender la independencia
del Pueblo Saharaui y denunciar las violaciones de derechos humanos
infligidas por el reino alauita.
Tras unos instantes de
silencio, sus pómulos se elevan y sus ojos se fruncen sonriéndote. Te
felicita por tu determinación: “Otro más débil que tú hubiera llevado el
trato hasta sus últimas consecuencias”. Y tú, Mohammed Dihani, lloras.
Tu mente se libera de una tensión inmensa. Ya no eres un espectro, ni un
desaparecido, ni un peón en un plan maquiavélico. Eres Mohammed Dihani y
Brahim Dahane te cree. Y con su confianza, te ha salvado, a pesar de
que estás acusado de terrorismo y, lo más probable es que los próximos
diez años, el mejor tiempo de tu vida, permanezcas encerrado entre las
cuatro pareces de Salé II.
Son tu padre y el propio
Brahim Dahane quienes cuentan esta historia a unos observadores
internacionales durante una visita a El Aaiún. Les cuentan esta trama,
más propia de una mala película de agentes dobles en la guerra fría y
les dejan en shock. Muy preocupados por la gravedad del asunto.
Pretender vincular el
movimiento por la autodeterminación saharaui con el islamismo radical es
absurdo para cualquier persona que conozca mínimamente al Pueblo
Saharaui. El Frente Polisario es un movimiento de liberación nacional
que aglutina a personas de muy distinta ideología, pero ninguno de
ellos, en los 37 años de guerra y ocupación, ha sucumbido a la dicotomía
fácil de la yihad o guerra santa.
Dihani ha sido fuerte y
ha resistido el envite, pero puede que Marruecos insista en su
estrategia de tratar de criminalizar a los saharauis y, al final,
encuentre a una persona que sucumba. Esa es la estrategia: deslegitimar
al Polisario como agente político y único interlocutor del pueblo
saharaui reduciéndolo a una célula yihadista más. Esa demagogia barata
vende, sobre todo en círculos de aliados militares que agradecen
cualquier pretexto para dar salida al stock de armamento. Es peligroso,
es letal y hay que denunciarlo fuerte para, si encuentran a otro más
débil que Mohammed Dihani, estar preparados para lo que pueda venir.
Artículo preparado para la revista Gallopinto
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